Tres Tribus Trotan a las Seis de la Mañana
Verónica Segura
Deben ser los únicos transeúntes de la madrugada del domingo. Se
interceptan en la parada del tren sin saber si tutearse o fingirse
transparentes.
Las trabajadoras, con tremendos tríceps y tacones,
parecen necesitar un trago, luego de una jornada de tanto trámite y alguna que
otra trastada. Ojo, que su pasado no siempre es turbio. Tampoco consideran su
dualidad trágica, ni tramposa. Al contrario. Qué triunfo es que puedan por
igual transportarte al éxtasis que liquidarte de un trompazo. Hay unos que
traen los nervios hechos trizas, o quizás estén tranquilos con la idea de
rendirle tributo a alguien. Vienen vestidos de trofeo. Han entrenado más de un
trimestre. Su vida se ha tornado en un rigor intransigente para conseguir la
máxima tracción. Luego vienen unos tránsfugas como de trece años disfrazados
directito de Transilvania. Solo ellos entienden sus trabalenguas de voces altas
y ojos titilantes. Quizás de las tres tribus, esta sea la única que me haga
temblar. Ya saben… el transcurrir del tiempo y sus tropiezos.
Pareciera que este triunvirato no tiene nada en
común más que el horario y el punto de encuentro. Pero no. En el breve
transcurso en que trenzan, es justo admitirlo: son trillizos. Travestis,
atletas y trasnochados comparten la misma tradición. Todos están transgrediendo,
y a su manera buscan trascender. Si no, no estarían trotando cuando aún no ha
salido el sol. Y es que no existe tratamiento para un trastorno cuando se
vive como travesura.