Sho me quedo,
Gordi
Verónica Segura
Me voy a
sincerar. Esto de padecer una térmica de cuarenta grados acribilla por completo
mi espíritu navideño. Y los breves momentos en que se asoma con posibilidad de
renacer- siempre en un lugar acondicionado a menos veinticuatro- solo con revisar
el servicio meteorológico, vuelve de inmediato a su tumba.
Crecí celebrando el fin de año, no con nieve, pero digamos que en la Ciudad
de México siempre sale “humito” cuando uno sopla y juega a estar fumando. El Popo y el Izta se cubren de blanco y todos usamos bufanda. Bajo estas
condiciones climáticas, la población queda habilitada para la glotonería, uno
de los deportes más practicados en esta época. Pero es sabido que el calor
arruina el apetito, y con tanto cuerpo sudoroso no dan ganas de abrazar a
nadie. ¡Felices fiestas, la chinampa, no te me acerques! Por si fuera poco, la
tortura se agrava con el escozor diurno que ni siquiera te permite abrir los
ojos. Uno recién puede salir a la calle después de las ocho de la noche.
Recuerdo que,
durante mi primer verano en Buenos Aires, llevé a mi hija a la plaza. Aún no
conocía a nadie y era optimista de poder hacer alguna amiga con la misma
facilidad que mi niña, ¿por qué no? Digo… para eso se va a la plaza, ¿no? Me
atreví a preguntarle a otra mami cómo
se sobrevive esta temporada en la ciudad. Claramente era porteña así que debía saberlo. En vez de una lista de
sugerencias milagrosas, me respondió con un gesto de perplejidad. Le hablaba yo
en japonés. ¿Verano en Capital? ¡Ja!
Of course. Ya me habían advertido. Fresa es cheta.
Cheta es fresa. Eran fines de Noviembre y esta reverenda frutilla ya había armado
valijas. Pasaría los siguientes tres meses en algún paraíso Uruguayo, o en su
pisito de Miami. ¿Pero el resto de nosotros …cómo no sofocarse, rodeados de
humedad y concreto? Ya no hablemos de recuperar la ilusión y escribirle
cartitas a Papá Noel. Mientras me pregunto esto, me doy cuenta que no hay
ninguna mami alrededor a quién
acudir. De hecho tampoco hay papis, ni chicos, ni… no hay nadie. La ciudad está
vacía. Retiro lo dicho. ¡Verano es el mejor momento para disfrutar de Buenos
Aires!