Viernes de luto
Verónica Segura
A raíz del día de Acción de
Gracias se han viralizado varias imágenes de gente peleando a los golpes
para poder comprar algún objeto. Un vídeo en particular me dejó boquiabierta,
donde una señora más bien obesa le arrebata una caja a una niñita de unos cinco
años y la madre procede a defender, no a la hija, sino a los otros dos paquetes
que tiene abrazados, mientras el resto de los clientes se dedican también a
arrancarse productos unos de otros y la tienda es un mar de gritos. Lo cual me
lleva a reflexionar sobre el nefasto Black
Friday como una suerte de estrategia, ya no mercantil, sino militar: divide
y vencerás. Olvidemos que somos marionetas, es obvio que los precios no bajan,
en ocasiones hasta suben, pues el importe lo inflan días antes para poder
adjudicarle un descuento mentiroso. Lo que me llama la atención es cómo este
tipo de campañas saca lo peor de nosotros. Cuando hay un desastre natural, o
una guerra inclusive, y parte de la ciudad queda destruida, la gente pierde su
casa, el alimento se acaba, la población tiende a unirse. Por lo general, las
crisis nos vuelven solidarios. Pero lo que estas personas están comprando, no
es comestible, no es siquiera necesario.
Es tan solo un artículo que ofrece un estatus artificial. Y no todos podemos
ocupar el mismo trono, aunque parezcan haber playstations para todos. Debemos reñir, aunque sea para ser el
primero que lo adquirió. No importa qué tan bajo el precio, jamás nos podremos
saciar porque eso no es abundancia, es delirio, y estamos contra reloj. En
breve, dejaremos de parecer princesas para volver a ser las cenicientas de
siempre. Si el hechizo ha de terminar, al menos que sea con una mega pantalla bajo
el brazo. Hay que decorar nuestra calabaza como un símil de palacio, aunque no
engañemos a nadie, no importa si el costo es la humillación, enemistad y
agresión pública.
En un caso de perdición absoluta como el que
relato, ¿existe algún Chapulín Colorado capacitado para sacarnos de la
barranca? Sí. Se trata de un ejército. Si la táctica milica es dividir, la artística es soltar a los zombies. En 1992 el
artista canadiense Ted Dave lanzó, junto con la revista Adbusters el ingenioso BND “Buy Nothing Day” (Día de no comprar
nada), que se lleva a cabo justamente durante el Black Friday. Veinticuatro horas dedicadas, no sólo a no adquirir
mercancía, sino también a no consumir luz, combustible, tecnología, etc. Para
ser parte de este movimiento, hay dos opciones: o uno escapa a la naturaleza
(donde todo es gratuito), o se convierte en zombie, visita algún shopping y deambula cual muerto viviente
hasta que alguien le pregunte qué miércoles
está haciendo ahí – momento en el cuál uno aprovecha para explicar todos los
pros de no crear más basura, no participar de compañías que explotan gente, no
endeudarse, no acumular, etc., y persuadir al susodicho de cortar su tarjeta de
crédito por la mitad. Esta “propuesta absurda” ya ha alcanzado más de sesenta y
cinco países, y en Argentina (Buenos Aires) el boleto de entrada es un alimento
no perecedero para donar a algún comedor infantil. Los porteños la llaman la
“pacifestación”, y el lema, según su organizador Reynaldo Rataplín: “mientras
exista en el mundo un niño con hambre, los zombies seguirán marchando”.
Me parece que para el próximo Black
Friday no estaré de luto, sino de fiesta con alguna tropa de muertos
activistas.
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