LA BELLEZA DE ESTE DÍA
Verónica Segura
HD Ediciones
2019
Gramaje Cero
Ariel Bermani
¿Qué lleva a una actriz mexicana (que está acostumbrada a los sets de grabación, a los estudios de televisión y a los teatros) a publicar un libro de poesía, en una editorial independiente, en la Argentina? O, para decirlo de una manera más concreta, ¿qué alternativa ofrece la poesía, ese oficio milenario e inútil, si la comparamos con otras variantes artísticas, mucho más populares e, incluso, redituables en lo económico? Creo que solo tengo preguntas, ninguna respuesta. Las respuestas, provisorias, habría que buscarlas en los libros. En este caso, en el primer libro de poesía de Verónica Segura, La belleza de este día.
Hay algo en la gratuidad de la poesía, en ese trabajo arcaico e invisible del poeta, que atenta contra la lógica del capitalismo. “Todo poema es hostil al capitalismo”, escribió Gelman y creo que algo de eso, de ese gesto político, hace que la poesía sobreviva todavía, a pesar de que tiene cada vez menos lectores, una gran masa de libros publicados bajo la lógica de la edición de autor y una distribución escasa. No son los libros de poesía los que se encuentran, rápidamente, en las librerías. Más bien hay que buscarlos con paciencia, con obstinación.
Así como el resto de los oficios y los trabajos en general se hacen a cambio de una retribución económica, la poesía se escribe por puro gusto, es un oficio innecesario, que se desarrolla al margen de la violencia de la vida cotidiana en las grandes ciudades (casi como una respuesta a esa violencia) y eso le da un carácter revolucionario. ¿Hacen falta poetas?
Cuando otras personas se preocupan por acumular riquezas o por cambiar el coche o, tan solo, por sobrevivir, desde la poesía se piensa en la música de los versos, en la cadencia, en el peso de los significantes, en la retórica de las imágenes.
La belleza de la poesía, (o también como dice Verónica: la belleza de este día) nos da otra oportunidad y tal vez no todo esté perdido. Abrir un libro de poemas nos acerca a la posibilidad de gozar con las palabras, de pensar, de sentir. Sentir es más importante que entender.
Escribe Verónica en su poema “Sigo caminando”: “Debo detenerme a llorar y / lloro por todas las veces que he fallado / lloro por las cosas terribles que podrían suceder / lloro por aquello que añoraré siempre / y he perdido / incluso lloro por lo que tengo y valoro tanto / luego lloro sólo por la inercia de estar llorando”. Alternando poemas más herméticos con otros más directos, sin entrar del todo en una poesía narrativa, con una subjetividad suspendida (no tan expuesta, al menos en primer plano), Verónica Segura se deja llevar por el lenguaje, en la búsqueda de hallazgos, con combinaciones poco habituales de palabras. Sin llegar a un lenguaje barroco, pero tampoco quedándose con un lenguaje llano, directo. Por más que de a ratos ceda a la tentación de la sentencia.
Escribe: “Si acaso puedes confiar en alguien / –y eso es contando con mucha suerte– / será en tu compañera de celda”. Hay un dolor anestesiado que recorre el libro, pero también hay una celebración y un gesto de esperanza no lineal, no ingenua. Confiar en tu compañera de celda es, en definitiva, poder confiar en alguien.
Un libro de poemas se puede recorrer en forma ordenada, página por página, verso por verso, o se puede alterar el orden sugerido y entrar y salir por los versos con impunidad. En general, prefiero esta segunda opción. Me encuentro, entonces, con versos así:
“Ya no pude recordar si fuiste gato / polen / o parte de la familia”.
“Cresta, eclipse, pendiente, abismo / bucle, pendiente, eclipse /, abismo, cresta”.
“Mi cabeza deletreando / lo que más detesto de mí”.
Ese recorrido lleva a observar variantes, inflexiones, líneas sinuosas que ayudan a multiplicar los sentidos y a convertir un libro en un artefacto con el que podemos sentir que la vida, que este día en la vida, puede ser un poco más bello. Esa sensación nos deja este libro. Y eso no es poco.
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